Hace tiempo que no escribo, como todo lo que tiene riguroso esquema, basta que sea un obligatorio para que algo en mi se rebele en contra... y aquí bien sabe todo el mundo, no hay "mandato" explicito, pero también saben que si han leído un blog o llevan uno adelante, es condición necesaria que éste se actualice con frecuencia...
En fin, dicho esto, el tema que realmente me motivó a sentarme a escribir fue la pregunta que me hice viendo mis fotos de viajes: ¿quién podría listar sus puestas de sol? y la respuesta obvia me molesta! NADIE...
porque el instante de una foto congela pero no puede revivir ese momento, no puede jamás mostrarte la energía que fluía en aquel ambiente como tampoco puede traerte esa magia otra vez.
Más de una vez he visto puestas de sol que me han hecho brotar lágrimas en los ojos y no es que me avergüence de ello, al contrario, aunque comprenda las limitaciones de una imagen también comprendo que puedo revivir la magnitud de aquella emoción evocándola en mis pensamientos y algo todavía vuelve a latir dentro mio con la misma magia, pienso: las fotos no logran reproducir lo que mi ser si...
Y asi, este día de domingo, sentí nuevamente la emoción de aquella tarde en Cafe del Mar, el histórico bar ibizense, donde las puestas de sol se aplauden porque los congregados no resisten tantos naranjas, también volví a sentir el pecho hinchado al recordar la colina de la Acrópolis en Athenas donde la ciudad entera se despliega abajo y el sol resalta los blancos de las casas mientras se esconde en el horizonte, ufff tengo que soltar de nuevo el aire... para hablar de atardeceres donde el ritual es la excusa perfecta para "desconectarse" del ruido, los autos, la gente, las puestas de sol son también sedantes de las grandes ciudades y así lo viví en Mumbai, India o en el mismo país en Varkala donde el sol quemaba a más de 40 grados durante el día y al caer la noche se iba pero dejaba el cielo incendiado en rojo para que no olvidemos el verdadero poder del fuego.
También recuerdo el sol manso de Indonesia en Trawangan, bajando lento y silencioso, metiéndose dentro de ese mar tan transparente que dejaba ver los corales aún cuando sólo quedaba una estela roja en el horizonte...
Acá les dejo algunas imágenes que espero puedan dispararles sus propios atardeceres y que entre ellos puedan revivir esos que desbordan las emociones y ensanchan el cuerpo de la misma energía inexplicable que invade el aire cuando el sol se va.
En fin, dicho esto, el tema que realmente me motivó a sentarme a escribir fue la pregunta que me hice viendo mis fotos de viajes: ¿quién podría listar sus puestas de sol? y la respuesta obvia me molesta! NADIE...
porque el instante de una foto congela pero no puede revivir ese momento, no puede jamás mostrarte la energía que fluía en aquel ambiente como tampoco puede traerte esa magia otra vez.
Más de una vez he visto puestas de sol que me han hecho brotar lágrimas en los ojos y no es que me avergüence de ello, al contrario, aunque comprenda las limitaciones de una imagen también comprendo que puedo revivir la magnitud de aquella emoción evocándola en mis pensamientos y algo todavía vuelve a latir dentro mio con la misma magia, pienso: las fotos no logran reproducir lo que mi ser si...
Y asi, este día de domingo, sentí nuevamente la emoción de aquella tarde en Cafe del Mar, el histórico bar ibizense, donde las puestas de sol se aplauden porque los congregados no resisten tantos naranjas, también volví a sentir el pecho hinchado al recordar la colina de la Acrópolis en Athenas donde la ciudad entera se despliega abajo y el sol resalta los blancos de las casas mientras se esconde en el horizonte, ufff tengo que soltar de nuevo el aire... para hablar de atardeceres donde el ritual es la excusa perfecta para "desconectarse" del ruido, los autos, la gente, las puestas de sol son también sedantes de las grandes ciudades y así lo viví en Mumbai, India o en el mismo país en Varkala donde el sol quemaba a más de 40 grados durante el día y al caer la noche se iba pero dejaba el cielo incendiado en rojo para que no olvidemos el verdadero poder del fuego.
También recuerdo el sol manso de Indonesia en Trawangan, bajando lento y silencioso, metiéndose dentro de ese mar tan transparente que dejaba ver los corales aún cuando sólo quedaba una estela roja en el horizonte...
Acá les dejo algunas imágenes que espero puedan dispararles sus propios atardeceres y que entre ellos puedan revivir esos que desbordan las emociones y ensanchan el cuerpo de la misma energía inexplicable que invade el aire cuando el sol se va.
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